jueves, 7 de agosto de 2014

anuario

Recordar es volver a pasar por el corazón. Dicen. Y yo me compro un pasaje al centro del cuore, donde se aloja de a pedacitos la vida, se acurruca para allá para acá, cosas que ya deberían tomarse el vuelo, no dejan lugar al tic tac del futuro. Navego en recuerdos, y me llega la lágrima de alegría, la única que vale la pena, aquellos 14000km que me separaron de casa y me acercaron al mundo. Canadá no fue un viaje más, fue encontrar una hermana perdida, fue explotar como niña en rebeldía, y ser libre. Fue convivir diez días con desconocidos amigos, hablar lengua extranjera hasta confundirse con la nativa, y compartir risas y emociones sin fronteras. Los pañuelos colgaban del cuello, adornados con banderitas, que confundían el mate argentino con koalas australianos, y el sombrerito finlandés con el tekila mexicano, y el Tulip mezclaba electrónica con samba brasilera, y cumbia latina en las fiestas de la noche.
   Canadá estampó en mi vida una sonrisa sin fronteras, y una alegría mundial bajo la misma promesa.


Canadá fue hace un año, y sigue siendo día a día, Canadá fue motor de sentimientos, de aventuras, un envión de coraje, y la iniciativa para seguir la ruta de mi vida unos 14000km hacia otro lado, el año que viene. Me tomo 5 minutos, y viajo un año atrás, cuando se hacía físico lo imaginado, se hacía real lo planificado, donde Canadá, el Moot Internacional, y el encuentro mundial torbellino de revoluciones juveniles blablabla, estaba siendo.
   Enrrollo el pañuelo, calzo la traba, y me cuelgo el celeste y blanco, y comparto con el mundo la alegría de ser rover del mundo y testigo de las locuras de estos voluntarios de la vida. Acaricio el cardio, despierto las emociones, y saludo a aquellos países que supieron compartirme su moot mundial, y agregaron vida a mis días. Avanzo en días y alzo en recuerdo, para volver a vivir.




Esnaola, de Argentina a Canadá, 365 después-

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